FabiánLebenglik

Daguerrotipos argentinos Modernidad, cosas de gringos

El daguerrotipo es un antecedente directo de la fotografía y es también un icono del nacimiento de la modernidad y de la vida urbana. Fue presentado en sociedad en 1839, en París y por esas paradojas de la historia, sus inventores fueron también la causa de que tardara casi cuatro años en llegar a Buenos Aires, porque fue precisamente el bloqueo francés durante el gobierno de Rosas, el que demoró la llegada del invento.

El daguerrotipo consiste en una imagen positiva -de la que no se pueden sacar copias- sobre una placa de cobre, emulsionada con yodo y revelada con mercurio.

En el Museo Hispanoamericano Fernández Blanco se está llevando a cabo una amplia muestra de daguerrotipos en la que se exhiben más de 500 piezas: es la segunda exposición en su género, después de 52 años, ya que la anterior exposición de estas características se montó en 1944. Toda esa riqueza histórica e iconográfica local fue mostrada solo dos veces a lo largo del siglo veinte: un record para el álbum de las desidias argentinas, enmendado con esta exhibición.

La muestra, curada por Patricio López Méndez, reúne colecciones públicas y privadas (del mismo modo en que funciona como una lectura en clave de vidas públicas y privadas) así como propone un recorrido en el que se cruzan infinitos y fascinatnes relatos: familiares, personales, históricos, políticos, sociológicos, culturales, antropológicos, etc. Cada placa, según los usos de la época, está expuesta en estuches, marcos, relicarios, guardapelos, anillos, pulseras y relojes.

Los daguerrotipos argentinos -que van de 1843 hasta 1870- muestran exclusivamente a la clase dirigente y a los poderosos de mediados del siglo pasado, porque los pocos estudios dedicados a la daguerrotipia cobraban de 100 pesos para arriba por retrato, lo cual equivalía a un año del salario promedio que se pagaba por entonces. El corte es notoriamente clasista -salvo raras excepciones-, al revés que en las imágenes que se conservan de la daguerrotipia norteamericana, donde la movilidad y la estructura social son históricamente distintas. Para comprobarlo hay algunas piezas de EE.UU. que muestran al retratado con una ambientación específica, con algo menos de acartonamiento, y con los objetos que definen su oficio.

Cuenta el coleccionista Miguel Angel Cuarterolo en el catálogo -finaciado por el Fotoclub Buenos Aires-, que el primero en abrir una galería de retratos (en Plaza de Mayo) fue el norteamericano John Elliot, quien anunciaba en sus avisos que "Las personas que gusten hacerse retratar pueden estar seguras de lograr una semejanza perfecta y que será más duradera que ninguna pintura... el tiempo para obtener un retrato varía de 20 segundos a un minuto y medio. Se atiende desde las 10 de la mañana hasta las tres de la tarde, con tiempo bueno o nublado".

Entre las múltiples historias que revelan las fotos, se cuenta una que resulta elocuente respecto del manejo del poder y la imagen, así como de la viveza criolla. Mientras Rosas -además de haber sido en parte causante del bloqueo- se negó a ser fotografiado por considerar que era "cosa de gringos", Urquiza se retrató en varias oportunidades e hizo a su vez retratar a todos los integrantes de la convención constituyente de 1853, aunque nunca le pagó por su trabajo al francés Amadeo Gras. Los rosistas, por su parte (y en disidencia con su líder), se hacían fotografiar, incluso luego de la caída del caudillo, con la divisa punzó, sobre la que el fotógrafó luego aplicaba, a pedido de los clientes, un toque de iluminación color rojo sangre.

La muestra, dividida en secciones cronológico temáticas -en las que se incluye, por ejemplo, fotos de familiares con sus difuntos (cadáveres de militares, ancianos o bebés vestidos gala), placas eróticas importadas por los bacanes de entonces, tomas matrimoniales, ciudadanas, etc., revelan un fuerte código establecido que, a modo de manual de actitudes, establece una gramática de las posturas, miradas, atuendos, puntos de vista, atributos y contextos.

La entrada del daguerrotipo al Río de la Plata marca también el principio del fin de la mentalidad colonial hispanodependiente, para dar lugar al nacimiento de una modernidad propia, en todo caso, más afecta a otras futuras y duraderas dependencias. ("Fotos antes de las fotos", en el Museo Fernández Blanco, Suipacha 1422, hasta el 22 de septiembre).



Nota publicada en el diario "Página/12", el 3 de septiembre de 1996.


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