RodrigoAlonso

ARTE SIGLO XXI

Desde el cajero automático al reloj pulsera, desde una central nuclear a la alarma que se activa con el llanto de un bebé, los productos de la tecnología digital han penetrado en la vida cotidiana con un alcance que no había logra-do ninguna de las tecnologías producidas hasta el momento. Las autopistas informáticas, la biogenética, las ciber-culturas, los sistemas inteligentes o la realidad virtual han modificado en tal medida nuestro entorno, que se hace difícil pensar en un futuro que pueda prescindir de sus productos o sus consecuencias.

La cultura digital reclama un pensamiento acorde a los profundos cambios que su desarrollo ha producido en la sociedad, sus habitantes y sus prácticas. La reconfiguración permanente de las relaciones del hombre con las nuevas tecnologías y los universos que éstas generan, inducen a una reflexión sobre las alternativas del proceso en que hombre y máquina se ven obligados a redefinir los límites que los han contenido tradicionalmente. La filosofía y el arte han sido pioneros en el abordaje de esa reflexión. Con el objeto de promover el debate en nuestro país, el Centro Cultural Recoleta y el Grupo Clarín organizaron la muestra Arte Siglo XXI, un ámbito de exhibición para la producción digital y un foro de discusión sobre las implicancias de su inserción en la cultura contemporánea.

La muestra convocó a artistas de numerosas disciplinas, exhibiendo un amplio espectro de manifestaciones y posibilidades, que fueron desde la utilización de la computadora como mera herramienta de trabajo, hasta la utili-zación de soportes digitales como constituyentes esenciales de la propuesta estética.

En algunos casos, el nuevo instrumento parece integrarse tímidamente, especialmente en los sistemas de producción de imágenes tradicionalmente ligados a la pericia manual, como la historieta y la ilustración.

En el campo de la imagen de tradición pictórica, las incursiones de la creación a través del ordenador han sido más insistentes y fructíferas. La composición digital permite al artista plástico desligarse de los sistemas de representación basados en las preceptivas de la mente y el ojo humanos, generando universos desprovistos de refe-rentes en el mundo real. Esos universos son el producto de una nueva forma de pensar la realidad antes que el producto de un nuevo modo de representarla. Máxima síntesis formal y una tendencia a superficies y colores planos y contrastados, parece caracterizar a quienes exploran las posibilidades de una nueva imagen figurativa, como Luis Lindner o Alejandra Seeber.

En otros casos, la tecnología digital sirve de base para ensanchar la experiencia perceptual, como en los objetos lumínicos de Sergio Avelo o en el "cuadrado virtual" de Eduardo Capilla.

En su voluntad por introducir al espectador en un universo audiovisual cambiante -aún cuando no recurran a la tecnología digital para ello- las video instalaciones son el antecedente inmediato de los mundos virtuales del ordenador.

Sus constituyentes físicos contrastan con los seres, espacios y situaciones que las habitan. Entre la presencia del visitante, la materialidad del dispositivo y la inmaterialidad de las imágenes y el sonido, se gestan los principios motores de un universo inaprehensible, fundado en el tiempo que el espectador invierte en el recorrido y en la captación de su sentido. Florencia Acevedo y Marta Ares explotaron particularmente esta dimensión temporal.

En cambio, Diego Chemes apuntó a las instancias perceptivas de la imagen mientras Leandro Erlich se orientó hacia el costado voyeur del espectador, con una obra diseñada para ser "espiada". Huella de Gustavo Romano, literalizó los avatares de la identidad en la cultura digital, a través de una huella digital mutante suspendida en el espacio.

Pero donde la tecnología digital ha tenido una mayor integración con la electrónica es en el video de creación. Los grados de integración son variados y han dado lugar a propuestas diferentes.

En algunos casos, lo digital es un motivo para reflexión, como en 411 de Camilo Ameijeiras o en Tenis de Margarita Paksa.

La edición digital y la composición audiovisual multicapa, han dado un nuevo impulso a técnicas tradicionales como el collage o la animación -las obras de Diego Lascano y Pablo Rodriguez Jáuregui son paradigmáticas en este sentido- abriendo paso, a su vez, al despliegue de una imagen compuesta, por momentos extremadamente compleja. Con un notable sentido plástico, Jorge Castro explota esta complejidad en Tabla Esmeralda, mientras Gastón Duprat lo hace en relación a las formas narrativas tradicionales en Camus.

Por su parte, Claudio Caldini, logra los máximos resultados con pequeñas manipulaciones digitales en Heliografía, en tanto Original Perdido 6 de Anahí Cáceres, es una obra realizada completamente por medios digitales.

La tecnología digital ha generado, también, una gran variedad de nuevos soportes. Al igual que aquella, estos soportes se modifican día a día. Muchos han desaparecido, otros continúan funcionando aún cuando tienen sus días contados. Esta circunstancia es, quizás, una de las causas para la búsqueda de la inmediatez y la instantaneidad de la mayoría de las propuestas digitales. Las relaciones con el espectador tienden a ser siempre "aquí y ahora". La interactividad complementa esta urgencia desde la recepción reduciendo el despliegue de la obra al momento de su lectura.

El CD-ROM ha sido uno de los soportes de mayor éxito entre los artistas. A diferencia del otro soporte más popu-lar (las redes informáticas), las obras sustentadas en este pequeño disco de lectura láser, buscan al espectador en su privacidad. La relación entre el autor y el espectador es, en alguna medida, bastante cercana a la producida en muchos medios tradicionales, si bien la actividad del último aparece exaltada, en tanto se ve obligado a internarse y explorar el universo virtual encerrado en el soporte. La exploración es única y privada, y, en los mejores casos, será siempre diferente en las sucesivas exploraciones, como en Buenos Aires Interactivo, de Camilo Ameijeiras y Diego Margarit.

Para los artistas que trabajan en internet, la instantaneidad, la fragmentación, la síntesis, la interactividad y la integración de un sistema de alcance mundial, son los fundamentos de la creación.

Algunos intervienen sobre la red a nivel global, generando estímulos que encuentran su respuesta en sitios no imaginados; otros crean sus propios universos personales, minando la despersonalización e indiferenciación estética de la red; otros, incluso, ironizan sobre el propio medio o buscan señalar sus limitaciones y paradojas.

Por otra parte, internet es un espacio para la difusión del arte y las teorías estéticas. Museos, festivales, galerías, revistas especializadas y otras organizaciones e instituciones culturales, contribuyen con sus páginas web, a la circulación del arte y su pensamiento en la red.

Esto señala claramente, que la inserción de la tecnología digital en el ámbito artístico excede la simple consideración de la repercusión que su imagen ha provocado en aquella a la que estábamos acostumbrados. En la cultura digital, no sólo la obra, sino también sus protagonistas, sus espacios y sus circuitos de circulación, se enfrentan por igual al desafío de reconfigurar las nociones tradicionales de arte, en una sociedad embarcada en contínuas redefiniciones.


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