ELDA CERRATO Pintura y metamorfosis

Horacio Safons

Me parece útil para comenzar a prologar esta muestra de Elda Cerrato, transcribir mi nota elaborada para la Enciclopedia del Arte Argentino de Siglo XX, que estamos preparando con Jorge Glusberg, Laura Buccellato, y Marina Bertonassi, para ARCO/IFEMA y que dice: Su obra pictórica se inicia con una concepción informalista de rasgos abstractos y biomorficos (1962-66) y se desarrolla entre 1967-70 con cuadros de grandes espacios vacíos y cosmovisiones próximas al surrealismo. De 1970 a 1972, ejecuta cortometrajes, obras conceptuales y objetos y desde 1973 en Buenos Aires y durante gran parte de su estadía en Caracas (1978-83) produce una importante serie gráfica de rasgos figurativos y claro contenido social. Su etapa actual se inicia en el 1983 con una gestualidad más liberada y la revalorización del fragmento, encarado como estructura lábil y polisémica. Enfoca preferentemente el paisaje urbano, desde una visión apocalíptica y recurrente, una imagen resquebrajada, residual, en la que las huellas y los rasgos seccionan lo real en raccontos elusivos, que convierten a lo representado en ausencia y a lo ausente en representación. En éstas, sus más recientes pinturas, Elda Cerrato reintroduce al color, rescatándolo de su anterior papel de neutralidad y asignándole un carácter de revelación y orden.

Súbitamente, las grandes superficies en las que antes resonaban en un mismo registro los escombros de sus ciudades fantásticas, comienzan a funcionar como recopilaciones visuales, necesarias para instaurar una prospectiva de los anuncios y de las premoniciones.

Este marco ordenador de las relaciones hasta ayer diseminadas en la inestabilidad de lo que está acaeciendo, parece responder a una necesidad interior que reseñaliza el espacio y preserva los límites de la visión desbordada. La imagen no puede descorrer más de velos que los ya caídos; es que su mayor identidad coincide inexorablemente con su aniquilamiento. Por otra parte, en el descorrer, en el reciclar la imagen sobre sí misma, en la caída de los últimos velos ilusionistas, parece haber llegado el tiempo del límite. No para decir menos, sino para encontrar el exacto decir. Junto al trazo nervioso del pincel y a los cúmulos fragmentarios, ha comenzado a extenderse un color autoritario y elemental que remite al orden mínimo de las cosas. Un ancla que tensa la proyección de la imagen, hasta ahora recurrente y expansiva en proporción geométrica y que sustituye la inestabilidad por su transformabilidad. Es decir, en otras palabras, un pluralismo que Cerrato ha dotado ahora de un sentido único, en tanto abarca dentro de sí todos los términos propuestos con anterioridad en unidades interrelacionadas pero independientes y ahora realiñadas por el color.

Con esta potencialización del color, Elda Cerrato ha logrado que sus pinturas sin dejar de ser lo que eran, comiencen a exceder su propia identidad.

La artista se vuelca a pintar lo pintado. Algo está conmovido y ciertas cosas están conmocionadas; el perfil del fragmento -entidad constitutiva de un mundo que para Cerrato se aniquila por degradación-, se disuelve en un color fáctico, devorador, que fagocita las fracturas, pero exalta la utopía de su neutralidad. La obra ha ganado esencia y lo metafórico tiene cada vez mayores visos lineales. Una paradoja sin duda, pero, lo paradójico ¿no es de alguna manera una metáfora invertida? Entre la obra de ayer y la de hoy, el tiempo ha devorado la irrealidad de las imágenes de Cerrato, ha emergido retroactivamente al carácter efímero de sus configuraciones y, sin renegar de ellas, expresa ahora en un crescendo asordinado pero impetuoso, la eterna metamorfosis de la vida.

Horacio Safons mayo de 1992.

<<

< crítica


© arteUna - Todos los derechos reservados. Registro a la propiedad intelectual N.706.777