EduardoGiusiano


Luis Aubelle Escritor y periodista

A partir de una charla con Eduardo Giusiano. Los visitantes comenzaban a llegar cerca del mediodía. A la manera de una hermandad iban parándose alrededor del mostrador del almacén de ramos generales. El pretexto era hablar sobre la guerra. Y comentar las noticias que traía el tren que, dos veces por semana, se detenía en la estación de la ciudadela de Viamonte, en el sur de Córdoba. Los secretos del círculo mágico. Pero a medida que las novedades de los frentes se iban agotando, los peregrinos dejaban a un lado esa realidad del correo triste y remota para mostrar su verdadera realidad. Eran empleados del correo, profesionales, comerciantes, que debajo de un disfraz de vida intrascendente ocultaban delirios que esperaban una oportunidad para salir a la luz. Magos de ojos brillantes capaces de crear lo improbable. El almacenero conducía las reuniones, y no porque fuese el dueño de casa, sino porque sus proyectos eran considerados los más audaces. Por ejemplo, había inventado un telégrafo capaz de comunicarse con los límites más remotos del universo. Los otros brujos lo escuchaban con respeto. Otra empresa que intentó, fue resolver el mítico problema de la cuadratura del círculo. "Yo lo espiaba a mi padre, y lo recuerdo inclinado sobre el mostrador llenando páginas y páginas con cálculos interminables, anotados con números muy prolijos, pequeños y ordenados". Un día, sin decir nada, el inventor abandonó el proyecto. Pero tiempo después, en el gran patio de la casa, empezó a construir una extraña escultura: dos enormes ruedas de tractor (que rellenó con cemento para hacerlas más pesadas) unidas por un complejo sistema de engranajes. "Mis hermanos y yo ayudábamos iluminando con linternas mientras el mago trabajaba hasta cerca de la madrugada. Aunque nunca pudimos entender lo que nos decía acerca del movimiento continuo y de que el peso de las ruedas haría que nunca se detuvieran, contrariando lo previsible". Para entonces, los peregrinos abandonaron el mostrador para reunirse en el patio, alrededor del engendro. Después pasó el tiempo, los magos sentaron cabeza y aceptaron ser respetables. "Creí que los había perdido para siempre pero una noche, mientras dibujaba en mi taller, apareció una cara sarcástica, en el borde de un dibujo. Era un rostro conocido, pero no podía recordar de dónde..." Los brujos habían vuelto. Durante años, estuvieron ocultos en algún rincón de la memoria pero ahora, volvían a la luz, con sus irrenunciables propuestas del círculo mágico. El retorno de los magos. Una mirada a la obra que Giusiano colgó en la sala 4 del Centro Cultural Recoleta revela que es la crónica recurrente de los hechos acaecidos en Viamonte durante la niñez del imaginero. Un inventario de espacios fantásticos y de seres mágicos, como el club de los idealistas, los alquimistas, los locos, la casa de los poetas, etcétera. La enumeración se completa con descripciones rigurosas de espantapájaros, nidos o maizales que podían descubrirse en los alrededores del pueblo. Hay homenajes a cofradías de contadores de cuentos, personajes trascendentes a los ojos de un chico aunque difícilmente importantes para los intereses de los mayores. Dedica un capítulo especial para presentar a los ángeles, extravagantes espectadores alados que poblaban techos, campanarios y altillos en la ciudadela. Según las sospechas de Giusiano, cada lugareño tenía el suyo y esa sería la explicación más sensata para comprender otras situaciones realmente muy extrañas que se vivían a diario en Viamonte.

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