RogelioPolesello

La paradoja del laberinto
Jorge López Anaya*

(*) Catedrático de Historia del Arte en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Investigador del Intituto de Historia del Arte Argentino y Latinoamericano de la misma universidad. Profesor de Estética en la Academia del Sur. Académico Correspondiente de la Academia Nacional de Bellas Artes.Asesor del Museo Nacional de Bellas Artes.

Este texto es el resultado de una revisión de escritos dedicados a la obra de Rogelio Polesello aparecidos anteriormente en los años 1987, 1991 y 1995.

 

Rogelio Polesello, a lo largo de su trayectoria pictórica iniciada apenas finalizados sus estudios, hacia fines de los años cincuenta, se ubicó siempre en el cruce de varias tradiciones del abstraccionismo geométrico.

En sus comienzos se aproximó al arte óptico, luego se inclinó hacia la neoabstracción o "abstracción sensible". Estas vías del arte contemporáneo no están desligadas de la herencia de Torres garcía, quien definía la pintura según un orden que pasaba de lo particular a lo universal, de lo sensible a la idea, de la multiplicidad a la unidad. Concepción que puede resumirse, de manera algo más simplificada, como el equilibrio entre la sensibilidad y la razón.

Esa ruta, libre de elementos representativos o simbólicos, transitó Polesello a lo largo de varias décadas. Es evidente que su obra se inscribió siempre en esa modalidad plástica del abstraccionismo, reflexiva, pero atenta a los registros de la intuición y el análisis perceptual de los medios plásticos.

En su primera exposición individual, en 1959, presentó un conjunto de pinturas fundadas en gradientes que suscitaban diversas lecturas por parte del observador. Esto se producía por la ambigüedad perceptiva, que motivaba más de una lectura de la estructura visual.

La diferencia con el arte óptico es inevitable en las series que Polesello pinta en esa época. En la primera, las obras están fundadas en la lectura positiva y negativa de las bandas triangulares o romboidales repetidas, generalmente inscriptas en un círculo virtual. En la segunda, las pinturas reiteran el tema de los cuadros y los círculos sobre los que se ha practicado la sustracción de algunos fragmentos. El motivo central, en estas telas, son las figuras dinámicas que en la percepción se completan merced al fenómeno del "cierre", evidenciando el papel de la "buena forma".

En 1962 han quedado atrás las búsquedas de relaciones de inestabilidad, de lecturas ambiguas o complejas. Recurre ahora a las prácticas gestuales con una espátula de goma que arranca o arrastra la pintura fresca del soporte. También emplea grafismos libremente trazados con aerosol. Su adhesión al gestualismo del grupo Boa de origen neosurrealista, es breve.

En 1965 obtiene, con su tela Faz A , el Gran Premio de Pintura del Salón Esso de Artistas Jóvenes, otorgado en Washington. En esta obra actúan, como si fuera "arrepentimientos", los trazos libres de la espátula. Pero a ellos se superponen -iniciando un nuevo tema formal- tramas circulares obtenidas por el recurso de la plantilla o el stencil.


Hacia esta época su pintura se torna más luminosa, el color adquiere un rol preponderante, es casi sensual. Su geometría, durante algún tiempo, por la reducción de la voluntad compositiva, se relaciona con lo que Aldo Pellegrini denominó "nueva abstracción".

En estas telas Polesello aplica varias plantillas, algunas veces en un ordenamiento octogonal; en otros casos lo hace produciendo el desfasaje de los pequeños círculos que, al superponerse parcialmente, crean "sombras" que crean un efecto inestable (por la imposibilidad de percibir con nitidez los contornos).

Poco después su obra se diversifica en dos vertitntes complementarias. Por una parte, sus cuadros, pintados con rigor, muestran icosaedros que sugieren la tercera dimensión. Por la otra, pinta figuras planas en las que inscriben rombos, hexágonos u otras figuras geométricas. En ocasiones las franjas paralelas crean laberintos con múltiples figuras que se inscriben reiteradamente dentro de las otras.

Asimismo, paralelamente, construye objetos de acrílico, translúcidos o transparentes, ciertas veces coloreados. Busca con ellos el efecto de la luz que reverbera sobre la materia.

En 1968 Polesello expone unas placas de acrílico que modifican, según el punto de vista del espectador, la percepción del entorno.Las obras están construídas con círculos fresados en hojas de acrílico que por su convexidad o por las relaciones de concavidad- convexidad- concavidad, producen visiones aleatorias, múltiples.

En 1978, sin transiciones, derivan hacia una pintura fundada en la creación de espacios ambiguos, barrocos y cromáticamente vibratorios.

Sus cuadros, ya en la década del 80, plenos de imágenes fragmentarias, parecen convertirse en prismas que refractan y dividen la luz en diseños geométricos. Estas microformas, por las yuxtaposiciones, por los campos de luz y de sombras, por las franjas curvas o rectas, por las oblicuas, las verticales y las horizontales, así como por el color de gamas subjetivas, construyen un repertorio léxico ajeno a toda intención analítica.

En la pintura de Polesello de los últimos años se proyecta con énfasis cierta tonalidad barroca. Abundan los elementos visuales y se advierte el deseo de llenar todos los vacíos. La pintura es una "red" cargada de signos que se ocultan, beneficiando a otros signos que reciben la luz directamente.

Lo oscuro y lo claro, lo entrante y lo saliente, que son señales elocuentes de vocación barroca, parecen dar cuenta de un universo descentrado e inestable (característica del mundo tardomoderno). Se trata- como diría Sarduy-de un neobarroco que refleja estructuralmente la inarmonía, la ausencia de homogeneidad, la fragmentación del logos en tanto que absoluto, la carencia de nuestro fundamento epistémico.

Por otra parte, la abstracción se convierte en geometría "refigurada". Los planos no- representativos tienen volumen, proyectan sombras,existen profundidades. Con el artificio del trompe- l'oeil Polesello finge denotar otras cosas; más aún, señala la falsedad de la escena ilusoria.

Todo el cuadro está repleto de juegos visuales. Como en las frases de Lezama Lima abundan los "injertos", las citas falsas. Quizá no fuera ocioso recordar, frente a estas pinturas, la "marquetería"- construcciones realizadas por incrustación o yuxtaposición de maderas, metales y mármoles- que estuvieron asociadas, en una época, a la representación ilusoria de elementos numerosos que llenaban todos los vacíos.

Si en una etapa temprana la obra de Polesello exibía razgos de la modernidad artística con sus metáforas de la civilización tecnológica, ahora perfila mecanismos plásticos típicamente tardomodernos. En realidad, estas pinturas pueden parangonarse con el fragmento de El Aleph de Borges, cuyo personaje opone el laberinto al caos.

El laberinto, las referencias al barroco y a la marquetería son ejemplos que ilustran el universo formal, fragmentario y contradictorio, de la pintura reciente de Polesello.

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