LeónFerrari (La bondadosa crueldad)


Sangre (ver otra versión en prosa)

Cavo una zanja que atraviesa salas, el patio de los naranjos, el territorio de Cronopios, sale por el umbral, corre junto a la vereda y se hunde frente a la Iglesia para alimentar una cisterna sepultada bajo el altar que sostiene el cáliz de la sangre de Dios, zanja donde iré arrojando sangre que sangran los Testamentos: la que era agua limpia de los ríos poluidos por el Padre donde se pudrieron los peces egipcios, la de los enemigos de David que ensucia los dientes de sus perros, la de los impíos que los justos usan para lavar sus pies, la de los degollados por la guadaña del Hijo, la que escurre del lagar donde los dioses aplastan cuerpos del pecado como se aplasta uva para hacer el vino que el sacerdote convierte en sangre santa, la de las hemorroides de los filisteos que robaron el Arca del Señor, la de los chicos despedazados por los osos de Eliseo, la que María no derramó cuando fue inseminada, la de la mujer que el levita de Guiba descuartizó en doce trozos, la de los hijos que comerán las hambrientas que maldijo el Padre, la de las hechiceras que ángeles arrojarán al lago que arde con fuego y azufre, la de corderos primogénitos muertos por el exterminador, la del cordero que marcó las puertas para ahuyentar la muerte, la de los que adoraron el becerro de oro que destrozó Moisés, la hedionda de los rebeldes que usará Dios para regar montes y valles, la que caerá como granizo cuando suene la trompeta, la de primogénitos muertos por el angel celestial, la de inocentes de Belén muertos por Herodes, la que derramaron mientras abrazados copulaban la madianita Cozbi y el judío Zimri atravesados por la lanza de Phinees, la que derramó la idea de Jesús de castrarse para salvarse, la que tiñó el primer orgasmo de la humanidad en la noche alumbrada por las llamas de la espada resplandeciente que el querubín blandía, la de las adolescentes de Madián que Moisés regaló a su tropa, la de los sacerdotes de Baal que decapitó Elías, la de los ajusticiados que salpicó la túnica de Jehová, la de los buitres y hienas convidados al banquete apocalíptico a devorar caballos y caballeros, la que embriaga a feligreses en las iglesias, la de los pechos de las muchachas de Jerusalem que Ezequiel amenazó arrancar, la que llena el cáliz del vino del altar, la de Satanás cayendo como un rayo desde el cielo. Echaré un cucharón de ese líquido en la pila de agua bendita que mojó los dedos de Videla en la Catedral, y en las de las 110 capillas donde capellanes confortaban a oficiales arrodillados en confesionarios, para marcarlos en la frente y en el pecho al persignarse con cuatro manchas rojas extremos de la cruz de quien veía los suplicios en la ESMA imaginando los infinitos que prometiera a quienes no lo amaran.

"Sangre", 1996, collage bíblico: Ex 7,21; Sal 68,23; Sal 58,11; Ap 14,16; Ap 14,19; Ap 14,20; Ap 19,15; Is 63,3; 1S 5,6; 2R 2,23; Jue 19,29; Dt 28,57; Ap 21,8; Ex 12,19; Ex 12,23; Ex 32,20; Ez 32,5; Ap 8,7; Ex 12,29; Mt 2,16; Nm 25,8; Mt 19,12; Nm 31,18; 1R 18,40; Is 63,3; Ap 19,8; Ez 23,34; Jn 6,55; Lc 10,18; Mt 25,46.


Sangre

Cavo una zanja que atraviesa salas de la Recoleta, el patio de los naranjos, el territorio de Cronopios, sale por el umbral, corre junto a la vereda y se hunde frente a la Iglesia del Pilar para alimentar una cisterna sepultada bajo el altar que sostiene el cáliz de la sangre de Dios, zanja donde iré arrojando sangre que sangran los Testamentos: la que era agua limpia de los ríos poluidos por el Padre donde se pudrieron los peces egipcios, la de los enemigos de David que ensucia los dientes de sus perros, la de los impíos que los justos usan para lavar sus pies, la de los degollados por la guadaña del Hijo, la que escurre del lagar donde los dioses aplastan cuerpos del pecado como se aplasta uva para hacer el vino que el sacerdote convierte en sangre santa, la de las hemorroides de los filisteos que robaron el Arca del Señor, la de los chicos despedazados por los osos de Eliseo, la que María no derramó cuando fue inseminada, la de la mujer que el levita de Guiba descuartizó en doce trozos, la de los hijos que comerán las hambrientas que maldijo el Padre, la de las hechiceras que ángeles arrojarán al lago que arde con fuego y azufre, la de corderos primogénitos muertos por el exterminador, la del cordero que marcó las puertas para ahuyentar la muerte, la de los que adoraron el becerro de oro que destrozó Moisés, la hedionda de los rebeldes que usará Dios para regar montes y valles, la que caerá como granizo cuando suene la trompeta, la de primogénitos muertos por el angel celestial, la de inocentes de Belén muertos por Herodes, la que derramaron mientras abrazados copulaban la madianita Cozbi y el judío Zimri atravesados por la lanza de Phinees, la que derramó la idea de Jesús de castrarse para salvarse, la que tiñó el primer orgasmo de la humanidad en la noche alumbrada por las llamas de la espada resplandeciente que el querubín blandía, la de las adolescentes de Madián que Moisés regaló a su tropa, la de los sacerdotes de Baal que decapitó Elías, la de los ajusticiados que salpicó la túnica de Jehová, la de los buitres y hienas convidados al banquete apocalíptico a devorar caballos y caballeros, la que embriaga a feligreses en las iglesias, la de los pechos de las muchachas de Jerusalem que Ezequiel amenazó arrancar, la que llena el cáliz del vino del altar, la de Satanás cayendo como un rayo desde el cielo. Echaré un cucharón de ese líquido en la pila de agua bendita que mojó los dedos de Videla en la Catedral, y en las de las 110 capillas donde capellanes confortaban a oficiales arrodillados en confesionarios, para marcarlos en la frente y en el pecho al persignarse con cuatro manchas rojas extremos de la cruz de quien veía los suplicios en la ESMA imaginando los infinitos que prometiera a quienes no lo amaran.

"Sangre", 1996, collage bíblico: Ex 7,21; Sal 68,23; Sal 58,11; Ap 14,16; Ap 14,19; Ap 14,20; Ap 19,15; Is 63,3; 1S 5,6; 2R 2,23; Jue 19,29; Dt 28,57; Ap 21,8; Ex 12,19; Ex 12,23; Ex 32,20; Ez 32,5; Ap 8,7; Ex 12,29; Mt 2,16; Nm 25,8; Mt 19,12; Nm 31,18; 1R 18,40; Is 63,3; Ap 19,8; Ez 23,34; Jn 6,55; Lc 10,18; Mt 25,46.


La cena

Junto a una larga mesa sillas y guaridas Eva come la manzana que alumbró la muerte. Moisés, maná y codornices llovidos del cielo. Los apóstoles, peces milagrosamente multiplicados. Elías, pan que traen los cuervos cada día. Hienas, carroña de inicuos. Buitres, esclavos y caballos caídos bajo la espada de dos filos. Perros, entrañas de Jezabel muerta por Jehú. Impíos, carne de sus manos y de sus brazos. Idólatras, galleta de cebada cocida sobre sus excrementos. Oso despedaza un chico que irritó al profeta. Un león roe huesos en Samaria. Pecadora hambrienta devora al hijo que está pariendo. Los justos beben sangre del Señor, comen trozos de su cuerpo y se abrazan pidiendo paz.

"La Cena", collage bíblico: Ge 3,6; Ex 16,13; Mt 14,20;1R 17,6; Ez 32,4; Dt 28,26; Ap 19,18; 2R 9,33 ; Is 9,20; Ez 4,12; Dt 28,57; 2R 2,23; 2R 17,25; Jn 6,55.


Humo de palabras

Con restos y cenizas de libros quemados por San Capistrano, Santo Domingo de Guzmán, Torquemada y Goebbels, de códices mayas que encendió Prior Diego de Landa en Yucatán y de libros que ardieron en el Regimiento de Infantería Aerotrasportada del Tercer Cuerpo de Ejército en Córdoba, haré papel reciclado donde imprimir la página bíblica que cuenta de libros de magia quemados por seguidores de San Pablo. En medio de la lámina copiaré el grabado de Doré que muestra al santo frente a la hoguera y con la tinta de sus epístolas dibujaré el humo de las palabras.


Tórtolas o palominos

Un domingo de Resurrección, en la Catedral Metropolitana, sobre una mesa de piedra, sacrificaré una paloma como indica el Levítico: Si su ofrenda a Jehová es holocausto de ave, ofrecerá su oferta de tórtolas o de palominos. El sacerdote lo ofrecerá sobre el altar y atenazará su cabeza, la hará arder y hará correr su sangre. Quitará entonces su buche con el plumaje y lo arrojará hacia el oriente, en el lugar de las cenizas. La herirá después entre las alas sin separarlas y la hará arder sobre la leña que está en el fuego. Es un holocausto, un sacrificio por el fuego, olor grato al Señor. Mezclaré el humo y el olor de la paloma quemada, con el de los feligreses que reciben la eucaristía, con el de la cera que arde en los candelabros, y con el del templo de Baal que Jehú convirtió en letrina, lo meteré en un incensario y lo volcaré sobre los jugos de la plaga que dice Zacarías amenazaba Dios lanzar sobre los pueblos que contra El lucharon: la carne de ellos se disolverá estando ellos sobre sus pies, y se consumirán sus ojos en sus cuencas, y su lengua se les deshará en la boca.


Instalación en la Catedral

Cuando comienza la misa el sacerdote sale de la sacristía, se acerca al altar y lo besa en señal de amor a Cristo, beso que significa el beso que la Iglesia entera da a su Esposo que es Cristo. En el altar besado, colgaré la Anunciación de Leonardo y sobre ella, entre María y Gabriel, apoyado en las manos que extienden tibias para acariciarse, bañado en las palabras que anuncian la participación del Espíritu Santo en la inseminación de la adolescente, sobre el cielo y los pinos oscuros del fondo, escribiré en un cartel amarillo el consejo de Jesús de castrarse para salvarse: hay eunucos que se hicieron a si mismos eunucos por causa del reino de los cielos; el que sea capaz de eso, séalo. Al pie del altar que sostiene el caliz con la sangre de Cristo pondré los testículos de Orígenes, del Obispo Melitón y de la secta de valerianos, que siguieron el consejo divino, y los de los chicos que el Vaticano castraba para que las voces femeninas de sopranos y contraltos, prohibidas por San Pablo en las iglesias, no faltaran en los coros que cantaban la virginidad de María. Junto a los testículos, los óvulos fecundados y los fetos de las mujeres encintas ayer quemadas en Sodoma y mañana en el Apocalipsis, y encima de ellos las manos del Papa y de los que quieren encarcelar a las mujeres sobrevivientes de abortos clandestinos.

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