AlinaTortosa


EL JARDIN DE LA ABUELITA ANA

Mamá me llevaba de la mano. Por momentos caminaba rápido y me costaba seguirla, por momentos caminaba tan despacio que parecía que se iba a detener. Finalmente se detuvo. - Acá vivía yo cuando era chica. Te voy a mostrar el jardín y la casa. Yo miré hacia donde miraba mamá. Vi una casa de departamentos. - Pero...- dije y la miré a mamá. Vi como sus ojos marrones se iban poniendo verdes, cada vez mas verdes, y mas grandes, hasta que en el fondo de sus ojos vi el jardín de la Abuelita Ana. Entré en los ojos de mamá. La puerta de hierro verde, verde como la verja que rodeaba el jardín, estaba entornada. La empujé. Caminé con cuidado sobre el camino de piedritas que llevaba a la puerta de entrada. No entré. Seguí el camino que rodeaba la casa para llegar al fondo del jardín. Escuché voces. Una voz cálida de mujer decía cosas que yo no entendía, y otra voz parecida a la de mi hermanita María le contestaba cosas que yo si entendía. Ahí, en el centro del fondo del jardín, estaba el árbol de algodón del que mamá tantas veces me había hablado. Se me hizo un nudo en la garganta. Bajo el árbol, juntando los copos de algodón, estaba una chiquita morocha que se parecía a mi, y un poquito a María, pero que era...mamá. Quise llamarla pero no tenía voz, solo el nudo en la garganta. La chiquita sonreía y le alcanzaba a una mujer rubia los copos que juntaba. Otra chiquita rubia llena de rulitos saltaba riéndo y gritando, - Yo no quiero juntar los copos de algodón. No quiero. No quiero. Mi tía Nita. Me dieron ganas de tirarle de los rulos y de gritar con ella. Siempre había sido la más traviesa de las dos hermanas. Mamá había sido siempre la mas obediente, "la mas aburrida", dice ella. Me llegó un olor riquisimo a torta, y me acordé que la cocina daba al jardín. Escuché que se abría la puerta de la cocina. Una señora alta, rubia, de ojos muy, muy celestes llamó a las niñas. Sentí que se me cortaba la respiración. Traté de acercarme a ella pero mis piernas no se movían. - Ali y Nita vengan a tomar el té, llamó la señora. Las palabras se me agolpaban en la cabeza pero no las podía decir. "Yo también quiero ir abuelita Ana, yo también quiero conocerte". Me fue imposible hablar o moverme. Fue entonces que me acordé de mamá y di vuelta la cabeza buscándola. Sacudí la cabeza. Mamá estaba ahí al lado mío, de pie sobre la vereda. Sus ojos eran otra vez marrones. Le corrían lágrimas por las mejillas. Seguíamos tomadas de la mano. Mi mano apretaba la suya muy fuerte.

de L JARDIN DE LA ABUELITA ANA y otros cuentos"
Grupo Editor Latinoamericano, 1995.

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