La directora argenmex, María Inés Roqué con el documental Papá Iván, trata de entender quién era su padre, Julio Iván Roqué, “Lino”, fundador de FAR en Córdoba, quien luego integró la conducción de Montoneros y murió heroicamente en 1977 y aún permanece desaparecido. María Inés, “Manés”, elige como hilo conductor del film una carta que su padre les escribió en el ’72 a ella y a su hermano Iván. La directora emplea la primera persona en su propia voz en off para hablar en este documental potente, hecho con toda la garra y el sentimiento, y mecha con imágenes de archivos fílmicos y fotos que reflejan una época La película filmada en México y en Argentina, describe a través de múltiples entrevistas, diferentes facetas de Roqué: la de la militancia, con los relatos del “Flaco” Pardo, María Bournichón y Roberto Perdía, entre otros, relata además aspectos de su vida personal con Azucena Rodríguez, madre de María Inés y es evocado por alumnos y docentes en su labor como pedagogo en Córdoba. María Inés llegó a México con su abuela y su hermano Iván en enero de 1977. Egresada de la Carrera en Ciencias de la Comunicación, a fines de los ochenta, participa como fotógrafa en proyectos de la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Cultura y la Educación) y con el levantamiento zapatista del 1 de enero del ’94, filma en Chiapas el documental Las compañeras tienen grados. Roqué es en la actualidad docente en México del CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica ) y está por estrenar en su país de residencia el documental, Un día más sobre la prevención del cáncer de mama. Papá Iván fue producida por el director argentino radicado en México, Hugo Rodríguez (Nicotina) con fondos de la Fundación Rockefeller, el CCC, el FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) y como asociada Zafra Producciones. Papá Iván fue exhibida durante el Festival Internacional de Escuelas de Cine del 2000, María Inés Roqué, en una charla en Buenos Aires con Página/12, se refiere al film, antes del estreno del próximo jueves en el Cosmos.


- ¿Por qué eligió la primera persona para su documental?

- Me gustan las películas realizadas desde el corazón y con mucha entraña. En mi caso sólo correspondía la primera persona, como el lugar más honesto desde donde contar la maraña de sentimientos que quería exponer. Es mi perspectiva, mi ángulo de mirada de la historia. El documental como género tiene que contar una historia desde una perspectiva objetiva, verosímil, verídica. De entrada no concuerdo con esta etiqueta. Es real que cuando uno aborda cuestiones de índole histórica, social y política transita por terrenos delicados y hay una gran responsabilidad histórica.

-El móvil de su historia es una carta escrita el 26 de agosto de 1972 por su padre a sus dos hijos.

- La carta ya era un fetiche antes de aparecer. Había sido enterrada en una lata o en una caja en el campo que mis abuelos tenían en Córdoba. Y mi abuela entre las perspectivas de vender ese campo y en medio de las persecuciones del ‘76 y previa a la búsqueda de documentos para salir con nosotros de Argentina, porque mi mamá ya estaba en México, en un ataque de miedo quema el original de esa carta. En ese momento yo tenía 10 años. No sabía que había una copia en papel carbónico que guardó una secretaria de mi papá en Córdoba. Era una mujer del ámbito académico, que no tenía ninguna vinculación con grupos armados y no había cercanía familiar que la convirtiese en un blanco. Ella conservó la copia en un libro y en el ‘83 con la democracia la buscó. Me junté con la carta a los 16 años en México y fue muy fuerte en mi vida la presencia de esa carta. Es muy larga y elegí fragmentos, leída dura más de veinte minutos. Los tramos que leo con mi voz en off son de esa carta escrita a los cuatro días de la masacre de Trelew. Según mi mamá, mi papá estuvo involucrado desde afuera en el intento de huida de los presos de Trelew . Él debe haber visto en ese momento la cercanía de la muerte y la dificultad de salir vivo de eso y por eso la escribió y lo hizo en ese momento, ni un año antes ni un año después. Gente muy cercana y amiga de mi padre, que habían empezado a militar en Córdoba a militar con él cayeron en Trelew...

-¿Cómo fue reconstruir la historia de ese papá ausente para el documental?

-Por momentos fue una experiencia hermosa pero a la vez difícil y muy dolorosa. Filmé en dos etapas: en la Argentina en el ’95 hice el grueso de las entrevistas y en el ‘97 volví y filmé a Lauletta. A mi mamá y a Bonasso los entrevisté en México. Cuando empecé a trabajar en la trascripción de las entrevistas, en el ’96. a mi madre le detectaron una cáncer de mama y tuve que parar. No podía estar con la amenaza de la muerte de ella y la vivencia de mi papá metido a través de los audífonos horas y horas frente a la computadora. El armado fue un proceso de hormiga y conté con Fernando Pardo como editor, que vive en España y ha trabajado con Aristarain, entre otros directores. Es además un gran editor de documentales y participó en el trabajo de mesa para encontrar por dónde debía ir la película. En ese proceso y en una conversación con él, decido incorporar más mi presencia. Debo darles el crédito a Hugo Montiel del CCC y a Hugo Rodríguez los productores y a mis amigos que opinaron de que estaba todo bien pero que faltaba yo. Y es ahí donde incorporo mi voz en off en otros textos que no son las cartas.

- Hay un momento en que su voz se quiebra

- Eso lo grabé con Hugo presente y con una botella de tequila de por medio y me pasé. Luego el tono no funcionaba, fui al estudio de Nerio Barberis y volví a grabar esas voces. Fue una situación dificilísima, porque lo que había dicho en realidad, era lo que deseaba decir, pero no tenía el mismo tono del material ya editado. Terminaba de grabar y tenía que escucharme y volver sobre mí misma y ajustar. Uno se manda, pero la película tiene que tener una coherencia de tonos. Desde afuera te pueden decir: falta esto o corta aquello, pero cuando uno llora y llora, cómo hago para ponerme yo misma en ese lugar?, no tengo distancia. La música se armó como un rompecabezas con Pablo Flores, un músico mexicano, que estuvo desde el comienzo del proyecto. Le alcancé música de Maria Elena Walsh y otras que yo escuchaba de chiquita y después hicimos el armado juntos.

-¿Cómo era la militancia de su padre?

- Mi papá fue fundador del comando de resistencia “Santiago Pampillón” en 1966 -el mismo año en que yo nací- de lucha callejera en contra de la dictadura de Onganía y que lleva ese nombre por un mártir estudiantil cordobés. La familia de mi padre estaba destinada al magisterio. El hermano mayor es maestro en Córdoba y está por jubilarse y mi tío, Daniel “Malelo” , el hermano menor era maestro también, aunque cuando desapareció en el ‘79, trabajaba en la Municipalidad de Córdoba y no estaba vinculado con ningún grupo armado. Mi abuelo Aníbal Roqué era muy cercano a Agustín Tosco. En ese momento había vinculación entre los grupos estudiantiles y los grupos sindicales. Mi papá fundó luego FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) en Córdoba y cuando se produjo la fusión con Montoneros pasa directamente a la conducción de Montoneros. Luego estuvo detenido en la cárcel de Devoto un tiempo breve y salió con la amnistía de Cámpora el 25 de mayo del ‘73. Según Firmenich cuando lo entrevisté -aunque después decidí no poner ese testimonio - mi papá no tenía una tarea especifica. En ese momento la mayoría de la organización estaba fuera de la Argentina y la conducción se rotaba. Mi papá estaba vinculado con la realización de operativos . En la cárcel escribió un libro de formación de cuadros, un trabajo intelectual y en México dio una entrevista importante a la revista Cuadernos Políticos, a comienzos del ‘77, un poco antes de que lo mataran. Perdía habla de la solvencia intelectual de mi padre y de su capacidad en las discusiones teóricas y cómo se sacaban chispas en las discusiones.

- Miguel Ángel Lauletta, alías “Caín”, un “quebrado”, ex militante que participó activamente en el operativo que culminó con la muerte de su padre. ¿Cómo dio con él?

- Por el libro Recuerdos de la muerte, de Bonasso, sabia de Lauletta y empecé a buscarlo. Recibí el apoyo del equipo de investigación de Coco Blaustein y Ernesto Jauretche. Lauletta estuvo presente durante el operativo y le pregunté si propuso un brindis ante la muerte de mi padre. Eso figura tal cual en el libro de Bonasso y esto fue corroborado por otros testimonios de gente que estaba en ese momento en la Esma . Necesitaba saber cómo habían sucedido los hechos. Lauletta había sido de Montoneros y se hubiese esperado otra actitud, si hasta los mismos militares hablaron de la valentía de cómo murió mi papá. Que Lauletta estuvo ahí no queda duda, no lo niega, pero ahí se termina el diálogo, porque no puede seguir hablando. El proceso para conseguir la entrevista fue muy complicado, finalmente se concretó en un pasillo del Hospital Pirovano, con un fondo blanco y donde circulaba gente y con luces de neón que dificultaban todo. Ese era su lugar de trabajo y supongo donde se sentiría más seguro. En ese momento coordinaba un grupo de Salud Mental...


- ¿Por qué entre los entrevistados no incluyó a sus hermanos?


- Yo tenía 10 años y medio cuando mi papá murió y 5 años cuando dejó de vivir con nosotros. Iván mi hermano tenía 2 años y medio. Martín vivió tres años con papá. Nació en mayo del ‘74 y a nuestro padre lo matan en mayo del ‘77 y su mamá Gabriela Yoffre ya había desaparecido en noviembre del ‘76. En realidad era forzarlos a contar algo aprendido. Mis hermanos están presentes en fotos. Martín vive en Córdoba y acaba de hacer un trabajo de reconstrucción de su historia en fotografía, con imágenes de su madre y poemas que mi papá le escribió a Gabriela y que Tununa Mercado guardó.


ANA BIANCO


Natalia Bruschtein (29 años). Llegó al exilio en México con su madre Shula Erenberg, en septiembre de 1976. Su padre, Víctor decidió permanecer en la Argentina y fue secuestrado con su nueva pareja, Jacinta Levi, el 19 de mayo de 1977 y continúan desaparecidos. Natalia, directora del documental Encontrando a Víctor, producido por el CCC y en la etapa de finalización del mismo, desde el Distrito Federal, conversa telefónicamente con Página/12 y se refiere a los aspectos que la acercan con Papá Iván : “Cuando terminé de filmar el documental en Buenos Aires, me dirigí en México al FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes ) para solicitar financiamiento para la postproducción. En la entrevista me manifestaron que ya habían producido Papá Iván y que no querían producir otro similar. Les respondí que nosotros como hijos tratamos con los medios que contamos, al igual que las madres o como mi abuela, Laura Bonaparte, con la obra de teatro Tres buenas mujeres y por medio del arte, rescatar a nuestros desaparecidos y rellenar esos espacios vacíos. Como “Manés” con su film, Papá Iván, con su propia voz o yo con Encontrando a Víctor , tratando de saber quién era mi papá, y poder conocerlo. Yo tenía un año la última vez que lo vi. Las películas, obras de teatro, libros, ayudan a mantener vigente las injusticias y las aberraciones que se producen en el ámbito de los Derechos Humanos. La historia de “Manés”, como la mía y la de otros hijos son universales. Por eso son importantes Papá Iván, Los rubios y Encontrando a Víctor, si fuese necesario filmar 30.000 documentales por cada desaparecido de Argentina, para que no nos olvidemos de ninguno de ellos, debemos hacerlo”.

 

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