Osvaldo Cáceres González
Sobre Tula Ulloa y Ramón Riquelme

 

La hecatombe comenzó a fines del 2003, con los arquitectos Santiago Aguirre, Victoria Meier, Ángela Schweitzer, Myriam Weisberg, Horst Bauman, Sergio González, Angelita García Faure, que si bien eran todos de la tercera y hasta cuarta edad, no tenían porqué morirse cuando otros contemporáneos de ellos seguimos vivos. Luego fallecieron dos arquitectos más jóvenes: Manuel Moreno y Manuel Carrasco, cincuentones. Además los amigos John Vallejos, dibujante y Rene Blanco, corredor de Propiedades. Una verdadera hecatombe como dirían los griegos.

Fuimos el domingo pasado 6 de Octubre, a ver a Tuli Ulloa, cuyo nombre verdadero es Buenaventura Ulloa, a su casa en Quinchamalí, a donde la trasladaron del Hospital de Concepción el miércoles 2. “Estoy desahuciada”, nos dijo, “pero estoy tranquila, me siento y he sido feliz. Estoy comiendo lo que me gusta, claro que pasado como una papa de guagua”. Me contó, como una cosa jocosa, que estando en el Hospital Regional, un día se sintió ahogada por las sabanas y comenzó a gritar:”¡ me estoy ahogando”¡, ¡“me estoy ahogando”¡ y una viejecita que estaba en un extremo de la misma pieza de seis personas, creyó que se estaba muriendo y empezó a rezar a viva voz por ella, coreada por las otras enfermas, encomendándola a Dios y pidiendo que tuviera en consideración por que era comunista.

A Ramón y Tuli los conozco desde fines de la década del 50 y comienzos del 60 cuando tenían el Grupo Literario Vanguardia que funcionaba en el subterráneo de la Librería Merino, en el antiguo edificio de la Municipalidad de Concepción, en Aníbal Pinto esquina Barros Arana y donde participaban José Chesta, Berta Quiero y otros. Ella era muy buena modista y encargada del Vestuario del Teatro de la Universidad de Concepción (TUC). Ramón era ya poeta conocido y periodista ocasional en especial por sus entrevistas para varios diarios y revistas. Había tenido una hemiplejía en su adolescencia y pasado años en cama, se había leído entonces podíamos decir como de Rimbaud: todos los libros del mundo. Le habían quedado secuelas en cierta rigidez de la cara y piernas para caminar, además de escasos dientes. Hasta ahora, excepto los dientes, que amigos dentistas que lo invitaron después a darles un recital, se los colocaron.

Se casaron en esos años, después del terremoto del 60 y me toco ser testigo de su matrimonio. Vivieron un tiempo en Los Ángeles a fines de la década del 60, dirigiendo Tuli un Taller de Vestuario. Participaron Ramón y Tuli durante la Unidad Popular en la creación del Instituto Chileno Cubano de Cultura, por lo cual también en homenaje que le hicimos a Javier Licimaco Gutiérrez, arquitecto boliviano de la Generación del 50, formado en Chile, que había trabajado en Cuba casi toda la década del 60 y muerto en la Resistencia en Bolivia en 1972.

Para el 11 de Septiembre estaban viviendo en el Campamento Luciano Cruz en Lonco, el cual fue desmantelado pocos días después. A falta de apoyo de amigos, perseguidos ya por al represión, decidieron irse a casa de la familia de la Tuli en Quinchamalí. Un amigo contó después que vieron a Ramón cerca de la Estación de Concepción, de donde se fueron seguramente en el tren que había entonces por la Costa a Chillán.

Cuando estábamos detenidos en la 4ª Comisaría de Carabineros de Concepción, los primeros días de Octubre, sentados sobre el suelo al sol en el patio, una señora a mi lado a quien habían interrogado recién, lloraba diciendo que no sabia donde estaba la señora Tuli y don Ramón.

Lo que había pasado era que el 23 de Septiembre “se había quemado” el Teatro Concepción, y andaban buscando culpables. Cuando al parecer de muchos, las mismas fuerzas de represión, lo habían quemado, pues suponían que había documentos y armas del MIR. Lo cual fue noticia nacional por la importancia del edificio y el hecho que acababa de terminar de ser reparado después de los efectos del Terremoto del 60.

Después del incendio, anduvieron preguntando en la Biblioteca de la Universidad de Concepción, en esa época al lado del Teatro, una antigua funcionaria, dijo que por ahí había visto a don Ramón Riquelme esos días y que él podía ser el autor del incendio. Ella lo conocía puesto que como escritor era visitante asiduo de esa institución.

Por eso andaban buscándolos, hasta que supieron que estaban en Quinchamalí. Allá un día, ellos se dieron cuenta que había un gran operativo de las fuerzas armadas y no sabían por quien seria, hasta que llegaron a la casa, acusándolo de haber quemado el Teatro, lo cual el negó, pues incluso ni estaba en Concepción cuando se produjo el siniestro. Se lo llevaron a Chillan y lo siguieron interrogando devolviéndolo cada vez en calidad poco menos que de bulto después del “tratamiento”, en que sus compañeros tenían que darle algún alimento liquido con cuchara para que se repusiera.

A pesar que parece que el cuerpo aguanta mucho, después de un tiempo se decidió a decirles que él había quemado el edificio para que lo dejaran tranquilo, en vista de lo cual lo llevaron al Tribunal para condenarlo, llegando allá con todo el pelo desordenado y su vestimenta como si lo hubieran arrastrado por el suelo, dice su compañero Romero, quien estaba de visita también en Quinchamalí el domingo pasado.

Mientras tanto al dar la noticia en la prensa que él había quemado el Teatro, lo puso en tela de juicio una alta personalidad de la prensa local, quien escribió un artículo diciendo que como se les ocurría que Ramón Riquelme, un poeta tan fino, iba a andar haciendo esas cosas. Se corrían una serie de rumores, entre ellos que lo habían llevado a Cobquecura y que después de torturarlo lo habían fusilado en los arenales de la playa. Pero no había confirmación de nada.

En 1974 al estar en la Escuela de la Cárcel de Concepción, que habían trasformado en Campo de Concepción, llego un grupo grande de presos de Chillan camino al Chacabuco y entre ellos dos profesores y escritores que conocía, a quienes les pregunte por Ramón y me dijeron que estaba muy bien, mas gordo y haciendo una Revista de Poesía con otro preso, el poeta Luis Contreras de Quirihue.

Después en el curso del año supimos que lo habían dejado en libertad y que estaba con Tuli en Quinchamalí de nuevo a quien también detuvieron por un tiempo. Por ello cuando tome mis primeras vacaciones después de 1973, fuimos a Quinchamalí en el verano de 1976 a verlo y luego a Quirihue a conocer a Contreras y a Cobquecura. Me mostraron la Revista que hacían en hojas de cuadernos cuadriculados, me las traje a Los Ángeles y en la Oficina en que trabajaba con el arquitecto Ronald Ramm las rehice agregándole ilustraciones mías. Lo cual les gustó a ambos. Continué haciendo la Revista que se llamaba “Camino” hasta prácticamente 1990, todos los meses o más, cuando se dijo que con la Democracia llegaría la alegría. Con la colaboración de estos dos poetas, sobre todo de Ramón y muchos otros mas como Jaime Quezada, Floridor Pérez, Adriana Gallegos, etc. Hemos tratado con los 160 y tantos números digitalizados por la diseñadora Mónica Pérez, antigua colaboradora de la Oficina y de la Revista, transformarlos en un libro que tendría unas 500 paginas, libro de una Revista de Poesía, Arquitectura e Historia, bastante contestataria para la época, en que muchos la encontraban peligrosa.

En esa oportunidad y posteriores hemos podido recorrer el bucólico entorno de Quinchamalí, Nueva Aldea, Confluencia, Ñipas en los faldeos del Cerro Rucamanqui y Los Ulloa de donde viene la familia de Tuli, la cual vuelta a su medio ambiente original, retomo sus actividades de promoción de los pobladores en Cooperativas y de Iglesia, que siempre ha ejercido, siendo un verdadero líder de ellos, toda una Institución en Quinchamalí. Lo cual también le ha servido para enfrentar la situación de salud en que se encuentra actualmente en la vida, gracias a sus creencias religiosas que siempre han tenido, preocupada además que el no quede solo y desguarnecido en su vida futura.

En Concepción y Quinchamalí ha causado preocupación su estado, incluso el Intendente pidió hora para ir a verla pero al final no apareció.

Ramón por otra parte siguió escribiendo sus poemas y publicando aunque sea artesanalmente sus Poemarios, con sus experiencias carcelarias y anteriores, en su sacrificada vida por su condición física que evidentemente la Represión no respeto, lo cual le ha permitido que le den el Premio Municipal de Poesía en Chillan y le publicaran hace dos años un nuevo libro y lo tuvieran postulado para el próximo Premio Regional de Cultura, el cual espero se lo den, por el valor de su poesía y aporte a la cultura en Concepción y Chillan de tantos años ya.

Creo que Ramón Riquelme y Tula Ulloa se merecen el respeto de todos y se debe destacar su aporte cultural realizado todos estos años desde este pequeño pueblo productor de cerámica por sus ancestros mapuches y de cerezas y uvas transformados por sus habitantes en sabrosos mostos que venden en su Cooperativa.

Tula Ulloa estuvo hace años escribiendo una novela con sus vivencias de esos campos y familia, la cual esta en las computadores de unos amigos, esperamos que algún día se puedan sacar de ahí sus textos y publicarlos. Igualmente todos los poemas de Ramón y sus artículos, muchos de ellos publicados en los diarios la Discusión de Chillan y la Tribuna de Los Ángeles.

De esta manera estaríamos honrándolos a ambos y a nosotros mismos y no solo después de desaparecidos como se acostumbra.

Osvaldo Cáceres González
Los Ángeles, Chile 8-9 de Octubre del 2005.

 

© arteUna  - Todos los derechos reservados. Registro a la propiedad intelectual N.706.777

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