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de página12.com.ar Duplicaron la recompensa ofrecida a cambio de información sobre López
Lo anunció el gobernador Felipe Solá. La suma asciende a 400 mil pesos. Mañana se realizará una radio abierta por los treinta años de la primera desaparición del testigo contra Etchecolatz.

Jorge Julio López fue secuestrado el 27 de octubre de 1976 por una patota encabezada por Etchecolatz.


Por Adriana Meyer
Aunque su nombre haya salido de las primeras planas, Jorge Julio López no fue olvidado. El gobernador Felipe Solá anunció que duplicará el monto de la recompensa que su gobierno ofrece a cambio de información sobre el paradero de este hombre, uno de los testigos fundamentales del juicio al represor Miguel Etchecolatz. Los hijos del albañil de 77 años, que se reunieron con el mandatario provincial, aseguraron que les consta que las fuerzas de seguridad siguen trabajando en su búsqueda. Además, los organismos de derechos humanos nucleados en la multisectorial La Plata anunciaron que realizarán mañana una radio abierta y una ronda en Plaza San Martín de esa ciudad con la consigna “a 30 años de su primera desaparición exigimos al Gobierno aparición con vida ya”.

El 27 de octubre de 1976 Jorge Julio López fue secuestrado por una patota encabezada por el ex comisario Etchecolatz, ex jefe de Investigaciones de la Policía Bonaerense. “Rompieron la puerta y entraron. Etchecolatz estaba ubicado en diagonal a mi casa, en el auto. Me vendaron los ojos con un pulóver por encima de la cabeza, y lo ataron con las mangas y con alambre, pero podía ver”, relató en su declaración del 28 de junio ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata. El entonces militante de la unidad básica Juan Pablo Maestre, que respondía a Montoneros, fue llevado a Cuatrerismo, en el departamento de Arana. “Ahí nos picanearon toda la noche. Etchecolatz no tenía compasión, él mismo iba y nos pateaba”, describió al referirse a quien fuera la mano derecha de Ramón Camps. Mañana, cuando se cumplan tres décadas de estos hechos y 40 días de su segunda desaparición, comenzará a funcionar (a las 16) una radio abierta y a las 18 habrá una “ronda por Julio”, con proyección de un video. Los organizadores sumaron al pedido por la vida de López la nulidad de los indultos, la cárcel efectiva a los genocidas, el desmantelamiento del aparato represivo y el llamado a un paro activo nacional.

Por su parte, los hijos de López se reunieron el martes con el gobernador Solá y salieron “conformes”, aunque la búsqueda aún siga siendo infructuosa. Durante el encuentro, el funcionario les habría manifestado que esa tarea es “una prioridad” de los argentinos y que “nadie baja los brazos” en la investigación del caso.

Ayer, durante un acto que Solá encabezó en General Las Heras anunció que elevará a 400 mil pesos la recompensa con la que intenta obtener datos sobre López. “Toda información que finalmente conduzca a saber algo del paradero de Jorge Julio López va a ser de una ayuda importantísima. Queremos que la gente sepa que no podemos quedarnos quietos”, dijo Solá.

Allegados al testigo desaparecido calificaron de “pura basura” las versiones que circularon la semana pasada sobre su supuesta aparición en la zona de Atalaya. Además, le plantearon al fiscal Marcelo Martini cómo era posible que aparecieran en televisión partes del expediente mientras que ellos no podían acceder a esas fojas. El representante del Ministerio Público les respondió que los únicos que tienen copia de la causa son los agentes de la SIDE involucrados en la investigación. Mientras tanto, quienes representaron a López en el juicio contra Etchecolatz evalúan solicitar el cambio de calificación de los hechos, que por ahora es “averiguación de paradero” por la que consideran más pertinente: “desaparición forzada de persona”.

El reclamo por López se hizo parte de otras luchas, como la de las mujeres que participaron en el reciente encuentro de Jujuy, o la de los docentes universitarios, que desde ayer cumplen con un paro en el que sumaron a sus demandas la aparición del testigo. Mañana las distintas facultades aparecerán con banderas negras, por López y por el desmantelamiento del aparato represivo, el juicio y castigo a todos los culpables y la nulidad de los indultos.


8 octubre 2006 (de Página 12)

“No es el momento de ceder al chantaje”
En pleno choque con la Iglesia, el siguiente juicio contra represores de la dictadura es el del capellán policial Von Wernich. Los testigos admiten estar “reviviendo su historia” por la desaparición de López, pero no van a ceder.

Por Irina Hauser
–Padre, no quiero morir –le dijo Néstor Bozzi, abatido después de la tortura, al cura Christian Von Wernich.

–Hijo mío, la vida de los hombres depende de Dios y de tu colaboración –contestó, imperturbable, el capellán de la Policía Bonaerense.

Bozzi está desaparecido. Luis Velasco, que estaba detenido en el mismo centro clandestino y escuchó el diálogo, sobrevivió y puede contarlo. Su testimonio será central en el que se perfila como el próximo juicio por los crímenes de la última dictadura y que pondrá al párroco en el banquillo. “Más allá del miedo, no es el momento de ceder al chantaje”, dice Velasco, quien se confiesa afectado por la desaparición de Jorge Julio López, el albañil que testificó contra el represor Miguel Etchecolatz, aunque “decidido a ir a declarar”. Otros testigos de la causa contra Von Wernich contaron a Página/12 cómo se preparan entre sensaciones de “shock”, “desazón” y la “reactualización” de lo vivido, pero con la certeza de que “al terrorismo no se le puede responder replegándose”.

Von Wernich será juzgado por su complicidad en 45 casos de privación ilegal de la libertad y torturas, por su participación en tres homicidios y por la apropiación de la hija de una pareja desaparecida. Así lo planteará el fiscal de La Plata Sergio Franco, quien elevará el expediente dentro de dos o tres semanas (ver nota aparte). Será el primer juicio oral que pondrá sobre el tapete la complicidad de lglesia Católica con las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura.

Hasta ahora sólo una de las sobrevivientes que tendrá que declarar en las audiencias les dijo a sus abogados de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) que quiere protección para ella y para sus hijos. La mujer, que prefiere que no se conozca su nombre, pidió custodia y los métodos que haya para sentirse a resguardo y testificar tranquila.

Durante la investigación sobre el papel de Von Wernich en el terrorismo de Estado, varios testimonios lo describieron como el capellán de la policía de Ramón Camps y de Miguel Etchecolatz que visitaba los centros clandestinos simulando dar “asistencia espiritual” a los detenidos, cuando en realidad iba a sacarles información y a torturarlos psicológicamente. También buscaba disuadir a las familias que denunciaban desapariciones.

Omnipresente

Después de la primera sesión de torturas Luis Velasco, que tenía 20 años, se topó con Von Wernich en la brigada de investigaciones de La Plata. Era julio de 1977. El sacerdote le puso una mano en el pecho y se burló: “Uy, te quemaron los pelitos”. Velasco pasó otro tramo de su detención en Arana, en el Pozo de Banfield y en la Comisaría 5a. En todos lados reaparecía el capellán. “Tuve una relación extraña con él –repasa–. La primera vez que lo vi trató de demostrarme que sabía mucho de mí y de mis hermanos. Me puse muy nervioso y me dijo ‘tranquilo, soy primo de Monona’, la mujer de mi tío. Tenía una foto mía, que le había dado mi familia creyendo que iba a localizarme. Nunca les dijo nada”, cuenta.

“A mí me sorprendía que el tipo daba su nombre. Una vez le pregunté qué sentía cuando veía torturar y me dijo que nada. También tuvimos una discusión porque él decía que no debíamos odiar porque nos hubieran torturado”, recuerda. En otro de los diálogos siniestros que Luis presenció y ahora trae a la memoria, Héctor Baratti, quien había sido detenido junto con su mujer Elena de la Cuadra, que estaba embarazada, le dijo a Von Wernich: “¿Qué culpa tiene mi hija de haber nacido en cautiverio?” La respuesta, cuenta Velasco, fue: “Los hijos tienen que pagar la culpa de los padres y no se los vamos a dar a los abuelos para que críen terroristas como ustedes”.

Luis se fue del país poco después de recuperar la libertad. Vive en España, desde donde habla con Página/12. Tenía planeado venir de visita en estos meses “pero no voy a ir ahora, estoy con miedo con la desaparición de López”, confiesa. “Evidentemente la situación está tensa y todo se concentra en el próximo juicio”, dice. “Soy consciente de que la mayoría de los cargos contra Von Wernich se basan en mi testimonio, es un duro honor que me toca. Tengo presiones familiares para no declarar, pero siempre lo hice y no voy a dejar de hacerlo. Pienso pedir protección y viajar. Más allá del miedo no es momento de ceder al chantaje”, se planta.

Osvaldo Papaleo conoció a Von Wernich durante su detención en Puesto Vasco, entre marzo y octubre de 1977. “No era un curita guacho, era un hijo de puta. Cuando volvió la democracia andaba en un BMW. Era un jetón, en el Puesto venía a hablarnos en grupo o individualmente. Decía que el país estaba en una guerra. Defendía la dictadura, a Camps, y tenía discurso antisemita”, describe Papaleo. Para él “es de sentido común” declarar al juicio oral contra Von Wernich. “Es un compromiso con la sociedad mantener nuestros dichos y tratar de que se condene a los represores. No podemos dejar que un pedazo de la historia no se cuente”, advierte.

Durante el Juicio por la Verdad en la Plata, Papaleo sostuvo: “Von Wernich no venía en función de ser asesor espiritual (...) venía en función de interrogador (...) conocía las declaraciones nuestras sacadas bajo tortura”. Convencido de volver a testificar le dice a este diario: “Yo declaro lo que vi y lo que sé. Cuando uno pasó por un campo de concentración queda vacunado contra el miedo”, dice. “Me sensibiliza la situación con López, me confunde un poco, pero no lo siento como un peligro inminente”, señala.

Juan Ramón Nazar tiene 75 años, sólo dos menos que Jorge Julio López. Desde que comenzó la búsqueda del albañil, se pega a la radio todas las mañanas. “Siento desazón. Se me reactualiza todo lo vivido y con los días empiezo a temer que esto tenga las mismas características de lo que viví hace treinta años”, dice apesadumbrado. Nazar fue secuestrado en julio de 1977. Acababa de llegar a su casa después de cerrar la edición del diario La Opinión de Trenque Lauquen que dirigía y aún dirige. “Mi posición era crítica hacia la dictadura militar, no anduve con condescendencias”, explica. Las primeras cuarenta y ocho horas estuvo en una celda, vendado, sin que nadie le dijera nada. Luego lo llevaron a Puesto Vasco, donde se encontró con Jacobo Timerman “que cuando lo liberaron me dejó un pullover, un par de medias y una toalla”, rememora con afecto.

En ese centro clandestino Nazar recibió la “visita” de Von Wernich. “Yo estaba en una celda de dos por uno y de pronto apareció un sacerdote con sotana. Dijo que venía a verme porque había sido cura en mi zona, 25 de Mayo. Que venía a darme auxilio espiritual. Le contesté que no comprendía su presencia, visitando a un desaparecido, y que no necesitaba ese auxilio en circunstancias tan irregulares. Fue un diálogo tenso, nunca volvió”, relata. A Nazar lo liberaron después de catorce meses. Recién supo quién era el capellán cuando se presentó en la Conadep y le mostraron una foto. “Estoy dispuesto a declarar ante la Justicia cuantas veces sea necesario. No tengo miedo de hacerlo ni voy a pedir protección. Lo que tengo es preocupación”, asegura.

Sin miedo

María Mercedes Molina nació en la Brigada de Investigaciones platense en abril de 1977. Su mamá, Liliana Galarza, estudiante de arquitectura, está desaparecida. Cuando se enteró de que Von Wernich la había bautizado, sintió “mucho asco”. “Me da asco cada día de mi vida, es algo que me terminó de convencer de que yo no era parte de la Iglesia católica”, dice. En la ceremonia, según algunos testimonios, estuvieron Camps y el ex comisario Etchecolatz. A Mercedes sus abuelos lograron sacarla del centro clandestino y por su abuelo supo que el capellán “les mentía a los familiares, les decía que no hicieran ruido, que no preguntaran ni presentaran hábeas corpus, ya que se estaban exiliando y los podrían perjudicar. Mis abuelos eran creyentes y confiaban en Von Wernich, hacían todo lo que les decía.” Mercedes es querellante en el juicio que se hará contra el sacerdote y todo indica que tendrá que declarar. “La situación por la desaparición de López me tiene shockeada, reaviva la historia. Pero no tengo miedo. Empiezo a pensar que algo pasó, que se busca amedrentar, para que testigos y querellantes nos quedemos quietos”, analiza. “Espero que esto no frene los avances de la Justicia. Al terrorismo no se le puede responder replegándose”.


Sent: Wednesday, October 04, 2006 10:24 AM
Subject: [bynescuchas] El caso lopez (Jorge Lanata)

El caso lopez
Historia desaparecida
“Quien ha sido torturado lo sigue estando. Quien ha sufrido el tormento no podrá ya encontrar su lugar en el mundo, la maldición de la impotencia no se extingue jamás. La fe en la humanidad, tambaleante ya con la primera bofetada, demolida por la tortura luego, no se recupera jamás.” Jean Améry, filósofo y escritor austríaco, ex prisionero de Auschwitz.

Por JORGE LANATA

Hace mas de veinte años que Jorge Julio López llena una carpeta. La tapa, rústica y desgastada, es de una cartulina doblada en dos, y el interior está repleto de anotaciones y hojas desparejas, reunidas por azar y escritas bajo la urgencia de la memoria: papel de envolver, hojas de cuaderno, servilletas, formularios escritos del lado de atrás. Algo une, sin embargo, la diversidad de las hojas: todas están llenas hasta el borde del papel. No hay espacios en blanco en esta carpeta dibujada con una cuidadosa y elemental caligrafía de albañil. La memoria le salta encima como un gato y trata de aprovecharse del espacio hasta su mínima expresión. Todo debe ser escrito, todo debe ser contado. El tono de la carpeta no es el de un diario íntimo, sino el de un manual de instrucciones; cada hoja describe hechos con una aparente y técnica lejanía. Fui secuestrado aquí, el sitio tenía tal tamaño, el sol salía por este lado, la puerta estaba a tantos pasos. Ella me dijo tal cosa. Escuché tantos disparos. Llevaba tal pantalón y su voz sonaba de tal modo. Si las neuronas tuvieran pequeños cartelitos y pudiera darse un paseo por el cerebro, lo que veríamos sería eso: una región de la memoria de Jorge Julio López en la que luchó contra el olvido al punto de recordar los detalles más pequeños. Alguien podría pensar que la mejor manera de superar el temor al monstruo es mirarlo de cerca y a los ojos. No lo sé. Hace falta haber bajado todos los círculos del Infierno para llegar a esa conclusión. Durante los días del juicio a Etchecolatz, Irene, la mujer de López, y sus hijos, Gustavo y Rubén, descubrieron la carpeta con tapa de cartulina. Nunca habían escuchado esas historias: para ellos, Jorge Julio López era Tito, o Papá, y de ningún modo un perseguidor de recuerdos tormentosos. ¿Los habrá callado para mantenerlos lejos del horror? ¿Habrá pensado que no tenía derecho a pedirles que miraran al monstruo a los ojos?
A fines de 1987, estaba en Israel cubriendo la primera Intifada. La atención del país se centraba en Gaza y Cisjordania, claro, pero por algunos días ocupó la primera plana de los diarios el juicio a John Demaniuk, un oficial de las SS. Uno de los testigos
–ex prisionero de Demaniuk en el campo de concentración de Treblinka– se convirtió en el shock del juicio. Su hija, entre el público, nunca lo había escuchado hablar del Holocausto. No sabía ni siquiera que su padre había sido prisionero. En su declaración, el testigo le pidió disculpas públicas y confesó que había sido usado en el campo como homosexual. Durante el relato, lloraba y volvía al lenguaje de su infancia. En Ramot Menashé, un kibutz donde pasé algunas semanas, sucedió un hecho similar: una anciana, fundadora del kibutz, recibió la Medalla al Valor otorgada por el gobierno polaco. Recién entonces el kibutz supo que aquella mujer había sido prisionera en un campo. Nunca, durante cuarenta años, pudo hablar del tema.
La carpeta de Jorge Julio López comienza hace treinta años, el 27 de octubre de 1976, en su casa de 140 y 69, en Los Hornos, cuando fue secuestrado.

CITA CON EL HORROR
En su libro Por algo habrá sido, Jorge Pastor Asuaje recuerda la llegada de Jorge Julio López a la unidad básica Juan Pablo Maestre, de la Juventud Peronista de Los Hornos. Allí, López no era Tito ni López, lo bautizaron ‘Partido Socialista’: “Partido Socialista –escribe Pastor– era y es, todavía, un hombre robusto y parco, rubio y de ojos claros, con la piel rojiza y una cabeza que le da aspecto de toro. Le pusimos “Partido Socialista” porque en una de esas primeras reuniones que estuvo, dijo, en una discusión sobre lo que estaba pasando en el peronismo: ‘Esos que gritan Perón, Evita, Partido Socialista, no son peronistas’. Y sabíamos que el palo era para nosotros (...) Cuando la cosa se puso cada vez más turbia por la represión, el hombre empezó a participar cada vez más. No era un militante de jornada completa, como los más jóvenes, sino un trabajador que aportaba a las reuniones, a las pintadas y a algunas otras tareas más riesgosas cuando hacía falta”. Entre fines de octubre y noviembre de 1976, gran parte de los militantes de “la Juan Pablo Maestre” fueron secuestrados. La mayoría continúan desaparecidos.
Así lo relató Jorge Julio López ante el tribunal: “Golpearon atrás en la casa, rompieron la puerta y entraron. Etchecolatz estaba ubicado en diagonal a mi casa, en el auto, y ahí también estaba Guallama, que apuntaba hacia la vivienda. Me vendaron los ojos con un pulóver por encima de la cabeza y lo ataron con las mangas y con un alambre, pero algo podía ver. En el carromato donde nos llevaron estaba Rodas (otro detenido de la unidad básica). Nos llevaron a un centro de color rosado, con paredes descascaradas, que estaba cerca de la aviación. Allí estuve dos días. Escuché a Etchecolatz diciendo: ‘Voy a felicitar al personal porque han agarrado a estos dos montoneros’. Me picanearon junto a Rodas durante toda la noche. Recuerdo que llovía mucho. Luego nos pusieron en una celda con dos ventanitas donde se veía la aviación. Cuando aclaraba la mañana y venía el viento del Sur, se veían las avionetas y venía también un intenso olor a chancho. Yo sabía que Venturino tenía un criadero de chanchos en esa zona, y entonces me di cuenta de que ahí había estado antiguamente el Centro de Cuatrerismo. Conocía bien la zona porque había trabajado en una casa vecina. El día 29 nos sacaron de ahí y llegamos a un lugar (N. del A.: describe con exactitud la ruta que tomaron) que luego reconocí como la estancia La Armonía. Ahí nos volvieron a picanear a mí y a Rodas, y el día 30 apareció Alejandro Sánchez todo torturado, todo lastimado. Nos picanearon juntos y al otro día llevaron al lugar a Guillermo Cano, pero luego lo separaron. El 1º de noviembre llegó Etchecolatz con el grupo de picaneadores, donde pude reconocer a Garachico, Aguiar y Urcola, que después fue comisario, y también a Manopla Gómez, que nos pegaba patadas. Allí nos volvieron a torturar.
”El día 3 me llevaron a la celda y me tiraron al suelo. Entonces sentí a una mujer que gritaba: ‘¡No me peguen!’. Era muy grande, gorda, medio alta, y mientras la picaneaban le decían: ‘¿Quién te trajo a vos, el Palomo (por monseñor Plaza)?’. El día 4 llegaron otros chicos detenidos y el 5 de noviembre de 1976, a eso de las 11 o 12 de la mañana, llegó Patricia Dell Orto con su marido, toda torturada. Gómez la torturó los días siguientes preguntándole a ella y a su marido qué hacían en la unidad básica. Patricia no respondía y el marido estaba tirado en el piso. A Patricia la habían violado. A ella después la ataron en el cepo y Gómez pateaba al marido diciéndole que se levante, que no sea flojo. Patricia gritaba y entonces le taparon la boca y le pegaron, eso era noche y día. Yo veía por una mirilla que había abajo y otra arriba, aunque por la de arriba menos, porque no quería que me vieran. El 9, el día que tiraron la bomba en el Departamento de Policía, llegó a la noche toda una patota. Había un tipo gangoso que hablaba a los gritos. Nos tiraron en una celda a todos juntos y Patricia me preguntó si yo era López; le dije que sí y me pidió que si salía le avisara a su familia. A la media hora lo sacaron a Rodas de la celda y el gangoso le dijo: ‘Ah, hijo de puta, estuviste poniendo letreros en Quilmes...’.
”Escuché un tiro, un grito y después nada más. Después escuché a Patricia gritar que no la mataran porque quería criar a su hijita, pero igual se la llevaron. Alguien de la patota decía: ‘Por cada soldado que muera van a morir cinco de ustedes’.
”(Luego de relatar varias sesiones de tortura) Julio Mayor me dijo, por las quemaduras, que si quería un remedio agarrara y me meara todo y, si no, me meaban ellos. Así no me infecté, andaba con los pantalones bajos y se me curó mejor que cualquier herida. Julio había estado estudiando Medicina. Una vez que nos llenamos todos de sarna, el pibe Cano, que tenía la barba larga hasta la panza, pidió algo y le rompieron la cabeza con un bastonazo. Y le hicimos el mismo remedio, lo curamos con orín. El 20 o 21 de diciembre vienen y dicen: ‘Julio Mayor, levántese, Jorge López, levántese’.
”Nos miramos y dijimos: ‘Cagamos. Nos vemos en el cielo’. Pensamos que nos iban a boletear. Pero nos llevaron a la Comisaría 8ª. Cuando llegamos, uno de los canas al vernos dijo: ‘¿Y a éstos de dónde los trajeron? ¿Del cementerio?’. Un oficial de apellido Gigena, que me conocía porque su hermana vive a tres cuadras de mi casa, me dijo: ‘Te salvaste, Gallego’.
”El 26 de marzo me dieron la noticia de que estaba a disposición del PEN. Nos llevaron a la Unidad 9, donde escuché, otra vez, la voz del gangoso, que era el mismo que mató a la chica Dell Orto, a su marido, a Marco y a Rodas. Vi cuando a Patricia le pegaron un tiro en la cabeza, a Roberto Rodas no lo vi. Vi cuando sacaron al marido de Patricia, Ambrosio de Marco, lo agarraron entre dos o tres y lo sacaron a la rastra, él se quedó así en el piso, unos gritaban, y le pegaron un tiro en la cabeza. También vi cuando torturaron a Patricia, pero no quise decirlo antes, delante de la familia, porque me daba lástima”.

PARADERO DESCONOCIDO
El domingo por la noche, después de ver Fútbol de Primera, Tito dejó lista la ropa que se pondría a la mañana siguiente. Así hizo cada noche durante el juicio a Etchecolatz. Irene ya estaba acostada durmiendo su sueño inducido por la pastilla de todas las noches. Temprano, en la mañana del lunes 18 de septiembre, Tito se levantó, se calzó borceguíes en lugar de las habituales zapatillas, puso una navaja en su bolsillo y salió sin su bicicleta.
Los borceguíes sugieren un terreno escarpado y la navaja un medio de defensa, o de autoagresión. Su espíritu estaba inquieto: varias veces –según le dijo su amigo Pastor a PERFIL– comentó que lo seguían, o que lo estaban vigilando.
Su familia eligió un angustioso silencio, convencida de que Tito va a volver. Creen sinceramente que está extraviado, y “alguien lo debe estar bancando”. Pero hablan de Tito, no de Jorge Julio López, ni de “Partido Socialista”, a quien recién conocieron hace algunos meses, durante el juicio, o menos todavía, hace pocas semanas, cuando dieron con su carpeta de tapas de cartulina.
Ni Jean Améry, el cáustico autor de Más allá de la culpa y la expiación, soportó describir el horror bajo su propio nombre, Hans Meyer, judío de Auschwitz, oculto tras el anagrama de Améry hasta que ambos vuelven a ser uno para quitarse la vida en 1978. “Sobre el antebrazo izquierdo –escribe Améry– llevo tatuado mi número de Auschwitz.”
“Es de lectura más sucinta que el Pentateuco o el Talmud y, sin embargo, contiene una información más exhaustiva.” “Del campo salimos desnudos, expoliados, vacíos, desorientados”, escribió alguna vez.
“Todo perdón y olvido forzados mediante presión social son inmorales. Se me ha infligido una herida. Necesito desinfectarla y vendarla, no reflexionar sobre por qué el verdugo me asestó el golpe y de esa guisa, al comprender sus motivos, acabar medio disculpándolo.”
—No tenemos ni un nudo para empezar a desatar –dijo a PERFIL, agobiado, un alto funcionario del Gobierno.
A cuatro días de la desaparición de López, el 911 y el 0800, con el tema en la tapa de los diarios, sólo recibieron setenta llamadas.
—Una vez, López se fue de la casa por más de diez días siguiendo a un grupo de linyeras, y volvió sano y salvo –señala un funcionario atribuyendo el comentario a la familia del propio López.
Tres testigos distintos, uno de ellos muy cercano a Tito, dicen que lo vieron caminando por el barrio esa misma mañana del lunes 18. López llevaba encima 25 pesos.
Lo buscan en el presente. No entienden que, tal vez, López caminó con sus borceguíes hasta el pasado. Ojalá pueda salir de él.
Y Tito pueda vivir su vida.

INVESTIGACION: JL / ROMINA MANGUEL/ LUCIANA GEUNA / JAVIER “DJ” ROMERO.
Fuente : http://www.perfil.com/contenidos/2006/10/01/noticia_0006.html


4 Octubre 2006 (de Págiona 12)
Bignone pidió que “terminen lo que nosotros no pudimos terminar”
Fue en una carta que apareció con su firma en el sitio de Internet de la agrupación Memoria Completa, organizadora de un acto de reivindicación del terrorismo de Estado.

(El dictador Reynaldo Benito Bignone está procesado por el robo sistemático de bebés.)

“Terminen lo que nosotros no supimos ni pudimos terminar.” Dice el texto firmado por Reynaldo Benito Bignone y publicado en la página de Internet de “Argentinos para la Memoria Completa”, que convoca al acto de reivindicación del terrorismo de Estado que se realizará mañana en Plaza San Martín. Si el sitio no fue hackeado, por primera vez en muchos años un dictador se animó a enviar un mensaje público a los “jóvenes argentinos”. Con un lenguaje que no muestra ningún arrepentimiento por el genocidio, el último presidente de la dictadura que comenzó en 1976 convocó a la juventud a “arremeter” contra aquellos que “cargados de odio, deformaron la moderna historia argentina”.

El llamado que aparece firmado por Bignone fue publicado en el sitio de Internet “Argentinos para la Memoria Completa”, la agrupación cuya presidenta era Karina Mujica, quien fue filmada en una cámara oculta del canal América. Bignone estuvo preso tras haber sido considerado por la Justicia como responsable del plan sistemático de robo de bebés. En octubre de 2005, la Cámara Federal ordenó su libertad porque consideró que ya se había vencido el plazo de la prisión preventiva.

El mensaje de Bignone tiene un tono claramente reivindicativo de la represión ilegal llevada adelante por la dictadura. La frase con la que comienza la carta “terminen lo que nosotros no supimos ni pudimos terminar” suena inquietante, porque su autor no precisa a qué se refiere cuando habla de “terminar”. Si la Justicia considerara que se está instigando a cometer un delito, la convocatoria de Bignone podría implicar una violación al Código Penal. Según las agencias DyN y Télam, el texto apareció en el sitio de Internet www.me moriacompleta.com.ar.

Cuando Página/12 ingresó a esa página web, donde se puede ver una foto del represor de la ESMA Ricardo Miguel Cavallo y una frase condenando su detención en España como una violación a la soberanía argentina, el documento de Bignone no pudo ser leído. El texto que apareció citado por las agencias de noticias abunda en metáforas y citas al Quijote de Cervantes. “¿A quién se le ocurre arremeter contra molinos de viento? Lo primero que surge para contestar semejante pregunta es pensar en algún descerebrado. Don Miguel de Cervantes Saavedra hizo que dos personas, un flaco, alto, sobre un caballo, y un petiso, gordo, sobre un asno, armados apenas con lanzas, no solamente lo hicieran, sino que además vencieran, ya que ellos perduran en la historia literaria mundial y de los molinos de viento nadie se acuerda y sólo muy pocos saben lo que son. Podríamos decir que así nacen los Quijotes y las quijotadas y también se reproducen en modernas embestidas contra molinos de viento.”

El texto avanza explicando quiénes son esos “modernos Quijotes”.

“Sin necesidad de mirar demasiado lejos, podemos referirnos a un caso reciente. Hay algunas diferencias, ya que ellos no son ni altos ni petisos, ni flacos, ni gordos, no van a caballo ni en mula: son jóvenes. Además no arremeten contra molinos de viento, sino contra personas de carne y hueso que, cargados de odio, deformaron la moderna historia argentina. Y ellos, que no la vivieron, pretenden ponerla en su lugar. ¿Qué es esto sino una heroica quijotada. ¿Cuánto más cómodos y tranquilos estarían si no se hubieran embarcado en esto? Es mucho lo que arriesgan en épocas difíciles y ellos lo saben. Sin embargo, armados de la verdad y los principios, sin lanzas como los personajes de Cervantes, pero con dedicación, trabajo, organización, la palabra oral y escrita, siguen adelante, seguros del triunfo final, ya que la verdad se puede deformar u ocultar por un tiempo, pero al cabo, aparece en toda su magnitud.”

Para el remate final, Bignone –quien antes de terminar la dictadura decretó la autoamnistía con el supuesto objetivo de superar las heridas del pasado– eligió aquella conocida frase de “ladran Sancho”. “De los personajes cervantinos también surgió aquello de ‘ladran Sancho, es señal que cabalgamos’. ¿Quién puede negar que ‘están cabalgando’. ¡Y cómo!”


Martes 26 de septiembre de 2006 | Julio López sigue sin aparecer
Miércoles 27: movilización nacional
En el marco de la Jornada Nacional de Protesta y Movilización se realizarán marchas en distintas puntos del país para exigir al gobierno la inmediata aparición con vida de Julio López, denunciando la impunidad del aparato represivo y exigiendo el juicio y castigo a los culpables.

La movilización nacional se realizará luego de haberse cumplido más de siete días de la desaparición de este querellante y testigo del Juicio contra el represor Etchecolatz. Esta será la agenda en las principales ciudades del país:

Capital Federal
El miércoles a las 17.30 hs, se realizará la marcha de Congreso a Plaza de Mayo. En La Plata se concentrará a las 15 hs en la Estación de Tren (1 y 44).

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www.dioramas.blogspot.com

Pagina 12 - 31 agosto 2006
La Marcha
Por Eduardo Pavlovsky

En este país el hambre es lo más perverso dice Alberto Morlachetti, coordinador de los chicos del pueblo, que trabaja hace 30 años con la Fundación Pelota de Trapo (Página/12, 11/ 8). “El hambre es un crimen. El 70% de la población del país son menores de 18 años, 9 millones y medio de niños viven en la pobreza, la mitad casi no come.” Comenta que los niños en el imaginario social parecen responsables por su pobreza. Así los niños de las favelas de San Pablo colaboraban con las acciones de los narcotraficantes en los acontecimientos destructivos de la ciudad ocurridos hace poco, porque los narcotraficantes les ofrecían dinero a las familias para alimentación, educación y salud.

A la delincuencia juvenil la construye la clase media cómplice. ¿Se puede vivir con 3 pesos por día, 87 pesos por mes? “El hambre es una barbaridad, y notamos que en los últimos años no se ha modificado al menos en los grandes centros urbanos.” Es el primer problema a resolver. Y esto está en relación con la distribución de la riqueza. “Decenas de niños mueren por día por causas evitables y muchos que no mueren están dañados neurológicamente. Y esto se sabe. El problema del hambre es un problema de voluntad política y no de dinero.”

Estos seres marginales forman parte de lo que Bausman denominó cuerpos residuales. Verdaderos residuos humanos. Lo excedente humano. 10% de los hogares más pobres reciben 65 pesos por mes y los más ricos disponen de $ 2226 (Indec). Los más ricos perciben 34 veces más que los más pobres y este excedente residual debe permanecer excluyente para sostener el capitalismo humanista.

Ya llegará el tiempo de la justicia social. “Ahora hay que construir cárceles” dice Blumberg.
Los 3000 niños que vienen diariamente del conurbano a la Capital ¿a qué vienen? Algunos a pedir limosna, otros a hacer pequeñas changas y otros a conseguir dinero para la droga. Algunos estarán aprendiendo el oficio del robo de los más experimentados. ¿O no es así? Más cárceles pide Blumberg para “enjaularlos” a todos y pedir más penas con menos edad de imputabilidad.

Todos estos niños del desecho son los desaparecidos de hoy. Desaparecen todos los días. El hambre los viene a buscar. Los desaparecidos de hoy son los muertos de hambre y de miseria. Todos los niños que viven bajo el subdesarrollo de los recursos humanos. Hoy la picana es la indiferencia ciudadana de un gran sector de la población frente al hambre.

Un grupo de niñas formoseñas relataba por un programa de TV de qué forman ejercían la prostitución. Con total ingenuidad y obviedad. Una madre apareció diciendo que asesoraba a una hija menor. Todas entre 12 y 15 años. La recepción del televidente en su gran mayoría es obscena y procaz, como si también su mirada se convirtiera en una mirada cómplice y acrítica. Pero si existe un asalto en un departamento de la calle Agüero y Santa Fe la gente se conmociona y se indigna con pasión. “¿Hasta cuándo —parecen decir– seguiremos aguantando esta inseguridad?” Forman parte del ciudadano común que irá a la Plaza Blumberg a defender sus pertenencias.

La marcha de Blumberg se asemeja mucho a las grandes marchas civiles de la burguesía alemana de 1925, que invadía y colmaba las calles de las principales ciudades alemanas vitoreando el nombre de Hindenburg (luego elegido presidente en 1933). Fue el eslabón que llevó a Alemania al nazismo. Los partidos políticos, incluidos los socialdemócratas, habían perdido representatividad en la ciudadanía. Un nuevo movimiento se estaba gestando, una nueva Alemania estaba surgiendo, desde el nacionalismo que ya estaba latente en 1914. Hitler ordenó, encauzó y hasta valoró el esfuerzo del trabajador alemán. Los halagó y allí se creó el nazismo.

Investigaciones recientes han demostrado que un tercio del partido nazi fue votado por los trabajadores socialdemócratas. Casi todos obreros industriales. (Peter Fritzsche, “De Alemanes a Nazis”, Siglo XXI).

El Hindeburg argentino del período prenazi es Blumberg. Las asociaciones civiles como la Stahlhelm guardan semejanza con la Fundación Blumberg y sus acólitos prenazis en su organización y fuerza de convocatoria. Los alemanes de clase media llegaron a considerar sus “barrios”, sus “zonas” como cada vez más nacionalistas y “familiares”. Eran protectores de “áreas”. Y eran muchos. Protectores de los bienes privados y sus fortalezas.

Los Stahlhelm, asociaciones civiles y fundaciones pronazis, eran antisocialistas, pero no autocráticos; autoritarios y reaccionarios pero no exclusivistas. “Buena gente, bien intencionada”. ¿Alguien podría reprocharles que estaban gestando el nazismo? ¿Ese sensual nacionalismo fue el que llevó a Günter Grass a su incorporación a las SS?

Como decía el otro día por radio 10 una señora: “Nosotros durante el proceso militar vivíamos bien y tranquilos, mis hijos podían salir a bailar y no tenía miedo, porque había una gran seguridad y no había peligro como ahora”.

Este “recorte” de la realidad es una manera de percibir el mundo. El mundo es su familia. “Estábamos todos más tranquilos”. Esta subjetividad del ciudadano común no ha sido debatida ni estudiada hasta ahora. Pero allí se estaba gestando el germen del fascismo en un pequeño pensamiento inocente familiar. De ahí a la justificación de la represión hay un paso. No hay Terrorismo de Estado sin complicidad civil. Pero a veces creo, conversando con la gente, que el ciudadano común no sabía que era cómplice de nada. Era sólo un ciudadano que quería vivir en paz. Este es el gran problema a debatir. La nueva complicidad de hoy son los problemas de la seguridad. El 60% de nuestra población coloca al problema de la seguridad como prioritario. El 30%, el problema de las calles rotas, muy por encima de la desocupación y el desempleo que le preocupan al 10%.

Los cuerpos residuales no existen en las estadísticas. El hambre no se computa. El problema se ha convertido en cómo prevenirse de esa masa subhumana que puede atacarnos a nosotros o a nuestras propiedades. Esa es la idea central de Blumberg. La criminalización de la miseria. Insisto: Blumberg es el Hindenburg de la época prenazi alemana. Sus asesores apuntan en esa dirección, la Stahlhelm Argentina.

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Publicación: 02/01/2006
Fuente: Otros

FALLO EJEMPLAR
Por discriminar, debe pagar 70 mil pesos

El juez en lo civil Claudio Ramos Feijoo condenó a Facundo Mazzini Uriburu, bisnieto del primer presidente de facto de Argentina, José Félix Uriburu, a pagar 70 mil pesos por discriminar a una mujer y su nieto. El incidente ocurrió el 8 de marzo de 2000 en un supermercado de Palermo. Por el hecho, Uriburu había sido condenado a diez meses de prisión en suspenso

Por Marcelo Heredia

Antes de que la justicia se tomara vacaciones de verano, el juez en lo civil Claudio Ramos Feijoo sentenció a que Facundo Mazzini Uriburu pague la suma de 70 mil pesos a una mujer por discriminarla, en concepto de indemnización por "daño moral". El incidente sucedió en marzo del 2000, en un supermercado de Palermo, y los afectados fueron Elisa de Souza de Melgarejo y su nieto.

El episodio que derivó en las condenas ocurrió el 8 de marzo de 2000, cuando Elisa y su nieto estaban haciendo compras en un supermercado situado en Cabildo al 500 (Palermo). En un momento, escuchó que un hombre decía en voz alta: "A los negros hay que matarlos de chiquitos, como a éste". Ante el reclamo, la señora recibió como respuesta una lluvia de insultos: "Callate negra villera, negra sucia, andá a la puta que te parió".

Por aquel acto, Mazzini Uriburu fue detenido y sentenciado a diez meses de prisión en suspenso. Elisa de Souza de Melgarejo es uruguaya y, en el momento del hecho, llevaba más de 27 años viviendo en el país. El acusado es bisnieto del general José Félix Uriburu, uno de los precursores en la costumbre militar de derrocar gobiernos constitucionales


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